Eternamente Joven

Lucrecia Méndez de Penedo

La desaparición de Tonino d’Angelo constituye un espejismo. Tanto amor a la vida, ingenio, talento y pasión difícilmente pueden olvidarse. Dejó su huella, latente hasta la fecha, en la vida cultural guatemalteca de los años setenta y ochenta. Su amistad nos marcó entrañablemente. Era siempre un placer volverlo a ver, donde fuera: Guatemala o Roma. Sin importar el escenario, su “mal de Guatemala” nunca se extinguió.
Tonino impuso un estilo de hacer cultura en Guatemala. Con su italianísimo “sapersi arrangiare”, logró que el Instituto Italiano de Cultura, con pocos medios , se convirtiera en el centro de actividades artísticas y culturales de esos años. Allí, lo mismo se proyectaba un apenas estrenado Casanova de Fellini, que una exposición de Rolando Ixquiac Xicará, una conferencia sobre el futuro político de Centroamérica, algo sobre los poetas renancistas italianos. Hubo una inolvidable y pionera presentación en vivo en el patio de la vieja casona, entonces sede de ese centro histórico, de la música y bailes de los garífunas. Los guatemaltecos fuimos los más maravillados del descubrimiento que este italiano genial nos ofrecía de una parte de nuestra identidad muy descuidada. Fue, pues, un innovador que entendió la importancia del diálogo.
Su casa era una prolongación de la sede: anfitrión generoso, con su entonces Dominque, que desaparecería pocos años después para incredulidad de todos, las horas eran pocas para conversar y soñar en un ambiente privilegiado por la calidad intelectual de los invitados, el calor de la amistad, la sensación de hacer algo nuevo. Una casa decorada con recuerdos de su paso por otros países: lanzas, pinturas naif y las verdaderas cumbias y vallenatos colombianos. En eso radicaba su acierto: en interactuar paritariamente con otras culturas. Pero también en vivir intensamente al lado de los otros.
Hay un aspecto que quizás pocos conocieron de Tonino. Su honda preocupación por la violencia y la injusticia guatemaltecas que le tocó vivir -y que en poco han mejorado. Nunca fue indiferente al rostro dramático de nuestra situación e hizo lo que pudo por ayudar. Y lo pagó muy caro. Esto lo hace realmente un personaje diferente: no vino al circo, a engrosar su cuenta, o a broncearse...
La última vez que estuvo en Guatemala –inquebrantablemente joven- entre actos culturales donde volvió a nadar como pez en el agua y algunas últimas cenas imborrables por muchas razones, venía acompañado de Marinette, una brasileña de serena dulzura. Supongo que le hizo mucho más fácil el final.
Tonino hizo milagros con la cultura. O más bien, demostró que se pueden hacer milagros a través de la cultura.

Lucrecia Méndez de Penedo
Vicepreside Facoltá di Lettere e Filosofia
Universidad Rafael Landívar - Guatemala

 


Voltar para última edição

Mosaico Italiano #14

Il Mio Professore (Pietro Petraglia)

Eternamente Joven (Lucrecia Méndez)

Giuseppe D'Angelo: un poeta di vita (Maria pace chiavari)

Lettera ad un amico scomparso (Enzo D'Alconzo)

Ricordo di Tonino D'Angelo (Giovanni Meo Zilio)

Giuseppe D'Angelo nel ricordo di Gabriele Brustoloni (Gabriele Brustoloni)

Giuseppe D'Angelo: un uomo da non dimenticare (Gina Magnavita Galeffi, Mauro Porru e Flora de Paoli Faria)

Giuseppe D'Angelo, il Direttore (Wanda Grillo)

A un collega brillante e creativo, a un amico generoso e sincero (Franco Vicenzotti)

Ciao Querido (Francesco Conte)

Nella mia memoria: Giuseppe D'Angelo, C'era una volta un Re (Fabrizio Fassio)